miércoles, 10 de noviembre de 2010

Criollo no, criollísimo

Muchas personas me piden que les describa mi país. Normalmente somos conocidos por el petróleo, por las Misses, las novelas, y desde hace 10 años -y para mi desgracia- por aquél que se hace llamar presidente, aunque en vez de gobernar expropia y ejecuta, vamos, un neo caudillo bien feo.

Hoy, le vi la otra cara a Caracas, mi ciudad natal y capital de Venezuela: La de pseudo misses, caudillos wanabe, pelabolas y huecos.

Esa de la que me acordaba, aún tratando de olvidarla. Me levanté a eso de las 6:45 am. A las 7:05 am ya estaba en el coche con mi madre dispuestas a hacer mil y un trámites. Primera hora de la mañana sale bien. Objetivo conseguido a pesar del ya insufrible tráfico matutino.

Desayunamos unas empanadas nada sabrosas, cuya masa parecía un masacote frío.

Dejo a mi mamá en casa y vuelvo a salir. Primer destino: El banco. Esas sucursales del infierno donde en vez de Nomos (como en Harry Potter) trabajan muchachitas mal educadas, con ese desgane típico del venezolano que trabaja porque sencillamente TIENE que trabajar (sólo que aquí hay un señor con boina roja que repite constantemente que eso de trabajar para el "imperio"  por ejemplo, bancos).


Llego, cojo mi número y comienza la espera. Dos horas después de que la muchachita ha visto el facebook, hablado por su Blackberry -Venezolana sí mijo, pero de india nada- y recibido a la respectiva amiga, que coleándose a los (lo siento, no hay manera de decirlo) webones (idiotas) se lanza media hora de conversación con su cara bien lavada y sin nada de verguenza delante de todos los -again-: WEBONES de la cola.

Me atiende, y yo queriéndola matar le exijo que cierre mi cuenta bancaria.
Listo. Bajo al estacionamiento después de DOS HORAS en el banco y zasca: la alarma del coche se ha quedado pegada y me encuentro paralizada una hora más en la sucursal de los webones.

Israel (un chico que trabajo hace años para mi mamá) viene a mi rescate en un Moto Taxi y desconecta la alarma.

Off we go. Ya son las 12:30 del medio día. Llego a casa después de más tráfico insoportable. Como y salgo de nuevo, again al banco. Al llegar trato de entrar al estacionamiento y veo que un hijo de su madre ha estacionado en TODA la entrada. Estaciono detrás de él, con tres coches detrás mío, entro a la sucursal, y pregunto quién ha sido el ANORMAL que ha estacionado ahí. Sorpresa, un chico que hacía 3 años había estudiado conmigo en la Metropolitana, la universidad más cara del país. Vamos, que las animaladas no sólo las hacen los malandos (pobres, marginados, ladrones) sino también aquellos imbéciles boliburgueses supuestamente cultos y con harto amor al orden, la educación y las buenas costumbres.

A medida que quería cortarle la cabeza a alguien, un muchacho muy amable me da su ticket para pasar al cajero y retirar el cheque. Punto positivo para ese joven caballero que contraresto al subnormal de mi ex-compañero de aulas.

Tercer destino: la farmacia. 15:30 de la tarde. Sigue el tráfico de las Mercedes -zona antiguamente Posh y actualmente de negocios-. Me impacta el precio de la medicina que voy a comprar y que debo encargar a EEUU porque: mija, aquí ya no vendemos de eso.

Que viva el control cambiario, la devaluación del Bolívar, ejem, que digo, Bs. Fuerte, y la madre que los parió.

16:00: Salgo de la farmacia off al supermercado. Sigue el tráfico y la radio ha sufrido exageradamente las expropiaciones y nacionalizaciones. Harta de la música llanera, el joropo, la salsa y las gaitas navideñas -sres. que estamos en noviembre!- me bajo del coche para entrar a mi último grado de depresión del día: Un supermercado sucio, con casi nada y carísimoooooo (dos pechugas de pollo, una lechuga, dos pimentones, unas moras, dos bolsitas de alfalfa y un 7Up: 46 euros -276.000 bolívares de los viejos, no de los fuertes).

Una mujer se me colea para pagar ella antes y de último, se me quedan las moras en el súper por lo que debo volver ya habiendo llegado a casa.

Así que bueno, ahí está amigos míos una breve radiografía de un día normal, para un venezolano. Vamos ir a Venezuela puede igualarse a irse, como bien lo indica la foto: Pa`l coño e`la madre. Toda una aventura para un Guiri y un cabreo definitivo para vuestra servidora. Entonces me digo, Vicky, no te enfades, no son crillos mi amor, sino criollísimos...dohhhh ésto es Venezuela hermano.

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